FERVOR EN TRES TIEMPOS
por Liliana Lamata
La emoción debe contenerse por el momento, hay rituales que exigen disciplina y recogimiento para que podamos entender la dimensión de lo que está por ocurrir.
La Virgen del Carmen está a punto de salir del espacio habitual en el que habita cargada a hombros de los jóvenes valientes de la Cofradía. Cada uno de sus movimientos está perfectamente sincronizado; arrullan con delicadeza la pesada figura de la Virgen de un lado a otro a la vez que avanzan con paso firme al ritmo de la contundencia de sus bastones impactando en el suelo como si quisieran que fuera despertando poco a poco de su serena existencia. Durante su recorrido hacia las aguas del Cantábrico, ella va a estar bien acompañada y a buen resguardo en medio de la conmoción popular que supone verla vestida de sol y mar solo una vez al año. No hay nada que temer.
En el ambiente se respira una maravillosa experiencia espiritual colectiva. Observo, siento, vivo intensamente el momento como espectadora. Los fotógrafos somos eso, espectadores. Veo el frenesí por el pequeño agujero de la cámara que me obliga a agudizar los sentidos y decido abstraerme de todo para captar las particularidades que me rodean. La cámara es mi licencia para atreverme a crear historias individuales a partir del fervor que las une.
La juventud está en su mundo. Es ley de vida. Nada que reprochar porque en el subconsciente siempre queda la impronta de lo que les rodea a pesar de la aparente indiferencia. El fervor ya es semilla plantada esperando el momento justo para germinar.
Para algunos, no existen formas ni formalidades que detengan el ímpetu que impulsa la emoción a plenitud. El fervor es infinito como infinita es su expresión. Mírame Santísima, una flor agitada al viento es mi señal de admiración y devoción, bandera del aquí estoy por ti y para ti.
Ya la Virgen está por regresar a su recinto protector. Afuera los vítores son ensordecedores, la felicidad burbujea en cada uno de los participantes de la procesión, el frenesí está llegando a su fin. Como si se tratara de un mundo paralelo, la nave está en absoluta calma y soledad, solo es cuestión de minutos para que regrese la algarabía que anima a celebrar la labor cumplida. Nada que demostrar, mi fervor ha sido infinito pero la fuerzas me abandonan, también es ley de vida. Ahora es mi tiempo de sosiego para poder asimilar el tiempo vivido. Mi herencia está garantizada, lo puedo sentir, me doy por satisfecho.
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